Quisiera
compartir esta reflexión personal, hecha con modestia e incluso con un poco de temor y
temblor.
Me
da qué pensar la alusión que hizo el Santo Padre, en la homilía del pasado Miércoles
de Ceniza, a la unidad del “cuerpo eclesial” y a los “individualismos y
rivalidades”. Parece apuntar a un asunto grave; y no cabe duda de que el Papa
sabía la trascendencia de sus palabras ante cardenales, personal de la Curia y
fieles de distinta procedencia y compromiso eclesial. Por ello, me afirmo en
estas cuatro realidades, de cara a la próxima elección papal que para algunos miembros de la jerarquía “no
cambiará nada en la Iglesia”.
Primera:
El cónclave lo componen cardenales santos y pecadores. Esta realidad fue
introducida en el mundo por la libertad humana, y ahora forma parte del plan
divino.
Segunda:
A los fieles no nos llega casi nada de los manejos humanos y perversos del “cuerpo
eclesial”, ya que los pastores de la Iglesia tienen miedo a que nos
escandalicemos. Y esto, a pesar de que el Papa Benedicto XVI insistió bastante en
la transparencia en todos los ámbitos.
Tercera:
La fe-esperanza cristiana nos asegura la asistencia de Dios en la vida de la
Iglesia.
Y cuarta:
Nosotros hemos de intensificar esa oración constante y confiada que Jesús nos mandó;
al tiempo que trabajamos sencillamente, y a ras de suelo, en la tarea diaria con
verdadero estilo cristiano, aun viendo cómo parece cumplirse en las altas
esferas eclesiales la profecía de Jesús: "y
creerán hacer un servicio a Dios". (Jn.16,2)
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