viernes, 22 de febrero de 2013

Lo esencial en toda actuación evangélica de ayuda material o espiritual. Diferencia entre solidaridad humana y fraternidad religiosa: entre ayudas a la cooperación y espíritu misionero evangélico.


"No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Hay una frase del jesuita  alemán Alfred Delp, ejecutado por los nacionalsocialistas: "El pan es importante, la libertad es más importante, pero lo más importante de todo es la fidelidad constante y la adoración jamás traicionada".
Cuando no se respeta esta jerarquía de bienes, sino que se invierte, ya no hay justicia, ya no hay preocupación por el hombre que sufre, sino que se crea desajuste y destrucción también en el ámbito de los bienes materiales. Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se puede dejar de lado temporal o permanente en el nombre de asuntos más importantes, entonces fracasan precisamente estas cosas presuntamente más importantes. No sólo lo demuestra el fracaso de la experiencia marxista. Las ayudas de Occidente a los países en vías de desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales, que no sólo han dejado de lado a Dios, sino que, además, han apartado a los hombres de Él con su orgullo de sabelotodo, han hecho del Tercer Mundo el Tercer Mundo en sentido actual. Estas ayudas han dejado de lado las estructuras religiosas, morales y sociales existentes y han introducido su mentalidad tecnicista en el vacío. Creían poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en lugar de pan. Está en juego la primacía de Dios. Se trata de reconocerlo como realidad, una realidad sin la cual ninguna otra cosa puede ser buena.
(Papa Ratzinger, Jesús de Nazaret, pp.57-58)



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